Archives

  • 2018-07
  • 2019-04
  • 2019-05
  • 2019-06
  • 2019-07
  • 2019-08
  • 2019-09
  • 2019-10
  • 2019-11
  • 2019-12
  • 2020-01
  • 2020-02
  • 2020-03
  • 2020-04
  • 2020-05
  • 2020-06
  • 2020-07
  • 2020-08
  • 2020-09
  • 2020-10
  • 2020-11
  • 2020-12
  • 2021-01
  • 2021-02
  • 2021-03
  • 2021-04
  • 2021-05
  • 2021-06
  • 2021-07
  • 2021-08
  • 2021-09
  • 2021-10
  • 2021-11
  • 2021-12
  • 2022-01
  • 2022-02
  • 2022-03
  • 2022-04
  • 2022-05
  • 2022-06
  • 2022-07
  • 2022-08
  • 2022-09
  • 2022-10
  • 2022-11
  • 2022-12
  • 2023-01
  • 2023-02
  • 2023-03
  • 2023-04
  • 2023-05
  • 2023-06
  • 2023-07
  • 2023-08
  • 2023-09
  • 2023-10
  • 2023-11
  • 2023-12
  • 2024-01
  • 2024-02
  • 2024-03
  • 2024-04
  • Para Rozitchner la di spora proporcionaba la posibilidad

    2019-05-21

    Para Rozitchner, la diáspora proporcionaba la posibilidad de averiguar por qué los sujetos políticos de los años setenta —entre los que se incluía— produjeron una fantasía y una idealidad sobre la materialidad de las fuerzas históricas. Y también, de advertir por qué el terror fue negado y excluido en lugar de ser concebido como fundamento de una política real. Si el exilio fue concebido como un refugio, como “[…] la contraparte del encierro, de la amenaza de tortura y del terror BAY 87-2243 la muerte”, es porque allí se excluyó el terror que seguía amenazando al país que se dejó. La situación exiliar aparece entonces como posibilidad de elaboración de una crítica del delirio y la ilusión, de la fantasía que produjo omnipotencia, narcisismo y subestimación del enemigo. El fracaso político, entendido como la incapacidad de transformar lo ideal en real, abrió paso a lo siniestro. No es que el terror no haya estado antes, sino que la apreciación fantaseada de lo real lo había desplazado fuera de la vista: “Lo que lo siniestro revela es lo que estaba oculto como delirio reprimido.”Denegado el terror, ese lugar fue ocupado por la fantasía y el delirio, interpretados siempre en términos sociales y no meramente individuales. Amarrada a la experiencia del destierro, la derrota también permitía develar aquello que se encontraba oculto, en el sentido de que ella “[…] siempre, en algún nivel, será el triunfo anterior de la ilusión y el delirio, de la fantasía que se distanció de lo real y no pudo preverlo en su verdad”. La aceptación del exilio y la derrota podían conjurar un sendero que desbaratase la fantasía: “El equivalente del éxito en la cura con el paciente es, en política, la destrucción de la fantasía y de la idealidad que permita por fin reconstruir lo deseado en la materialidad de sus fuerzas históricas, venciendo los obstáculos reales —las fuerzas— que se oponían a ella.” Más allá de pensar al exilio como condición de posibilidad para pensar la derrota política, Rozitchner no dejaba de reconocer la doble falta que contraía todo desterrado: por un lado, la falta del “[…] cuerpo común de la población sometida y viviente de la propia nación”; por el otro, la imposibilidad de desarrollar una “[…] acción política plena en el país del cual ahora participamos y que nos acogió.” Este doble vacío terminaba haciendo del exiliado un ser de excepción.
    DEMOCRACIA, PERONISMO Y SOCIALISMO El problema de la democracia se constituyó en uno de los tópicos centrales de Controversia. De un modo u otro, logró atravesar todos los debates allí suscitados. La aceptación de la derrota política operó como pre-texto para su revalorización, es decir, como el elemento no textual que habilitó a Haploid peronistas y socialistas a realizar una revisión textual de sus ideas previas. En el número 52 de la revista Cuadernos Políticos se publicó un artículo de Robert Barros, cuya hipótesis principal decía que las discusiones sobre la significación contemporánea de las relaciones entre socialismo y democracia en el mundo de las izquierdas latinoamericanas tuvieron tres posiciones diferenciadas. Bajo la fórmula “socialismo sin democracia”, la primera posición oponía democracia “formal” (entendida como “trampa burguesa”) a la democracia “real” (que sólo existiría tras la transformación de las relaciones de producción). La democracia no significaba más que un objetivo táctico de la clase obrera en su lucha por el socialismo. De manera invertida, la segunda postura adscribió a la fórmula “democracia sin socialismo”. En detrimento de la idea de revolución, planteaba que el objetivo principal era el fortalecimiento de las instituciones y la constitución de “reglas de juego” claras. Finalmente, la tercera de ellas invocó una reunificación entre socialismo y democracia, donde esta última dejaba de ser concebida como un problema de táctica política o una cuestión puramente procedimental para pasar a ser el escenario de la formación de un amplio movimiento democrático-popular.